Saga | Número | Año | Editorial | Valoración | Lectura | Formato | Idioma |
El diario de la Ana Frank | Único | 1947 | Editores Mexicanos Unidos | 3/5 | 28/10/22 - 20/06/23 | Físico | Español |
SINOPSIS
Diario, de Ana Frank, es un estremecedor testimonio escrito por una niña que va camino a la adolescencia pero, sobre todo es un documento desgarrador que cuenta la lucha de la comunidad judía contra la persecución y el odio racial, encarnados por los nazis.
A través de la mirada de Ana Frank y gracias a su testimonio escrito, es posible conocer los horrores de la guerra y mantener viva la figura de esta joven aún después de su muerte.
RESUMEN
En el diario de Ana Frank, su autora narra lo sucedido a partir de su cumpleaños número 13 a éste mismo, considerándolo como una amiga imaginaria a la que llama Kitty. A lo largo de las primeras páginas, Ana contextualiza sobre su vida: sus amigas, su familia, su escuela y un poco sobre la guerra que se desarrolla a su alrededor, pero pronto llega el momento de dejar esa vida atrás y resguardarse con su familia por tiempo indefinido.
Se puede leer sobre diversos aspectos en los que Ana se veía involucrada, estos van desde la rutina diaria de los refugiados, las reglas a las que debían apegarse, la llegada de más personas al escondite y las noticias que obtenían de escuchar la radio, hasta otros asuntos más profundos como su forma de ver su situación, sus sentimientos por las personas con quienes convivía y las expectativas que tenía sobre la guerra y su futuro.
OPINIÓN
Constantemente, me encontré coincidiendo con Ana en diferentes situaciones, levantarse temprano por la emoción de un día diferente, seguir con la mente en una tarea después de terminarla por pasar mucho tiempo en ella, reconocer la autenticidad de ciertas amistades, perseguir sueños, aunque la gente reclame lo contrario, entre otras. Pero todas estas acciones o reflexiones no se limitan a mí, sino que estoy segura que todos concordamos en, al menos, una de ellas, en algún momento de nuestra vida; lo interesante es que han pasado 80 años desde las vivencias de Ana y muchas cosas todavía se repiten.
Habiendo dejado claro lo anterior, también existe un punto de comparación muy importante que, hace algunos años, no hubiéramos podido analizar: las diferencias o semejanzas entre el encierro de Ana y la cuarentena por Covid-19.
Primero, es necesario aclarar que los contextos de ambos confinamientos son distintos en cuestiones de época, consecuencias de no seguir reglas, provisiones, recursos (de entretenimiento) y la más importante, en mi opinión, el motivo. Mientras la humanidad de 2020 se escondía por salud, los judíos de la Segunda Guerra Mundial se escondían por seguridad.
Tomando como referencia mis experiencias y los relatos de mis conocidos sobre su encierro, en realidad las diferencias no son tan prolongadas, frecuentemente existían días en los que uno ya no soportaba la monotonía, similar a cuando Ana escribió “hay momentos en que no puedo más”, donde lo único que anhelábamos era regresar a las calles y a nuestra vida pasada. Otras veces aparece el sentimiento de agradecimiento o alivio por permanecer con vida, cuando muchas más personas no corrían con la misma suerte (porque después de dos años, no contagiarse o no ser capturados era cuestión de suerte). O cómo olvidar los primeros días, cuando, aún con miedo e incertidumbre sobre cómo los externos manejarían la situación, una parte de cada uno sentía emoción e intriga por una nueva forma de vida.
Respecto a Ana, no es sencillo establecer una opinión concreta sobre cómo sobrellevaba lo que vivía y sus sentimientos al respecto; parece muy fácil juzgar algunas de sus observaciones, sin embargo, es preciso recordar que era una niña, una adolescente, la etapa de la vida en donde todo es confuso y poco a poco defines lo que quieres lograr en tu futuro. No quiero excusarla, ya que algunos de sus actos no me parecen correctos, por ejemplo, cuando le entrega la carta a su padre diciéndole abruptamente que siente no recibir apoyo ni afecto de ningún miembro de su familia, pero en otras ocasiones sí merece la comprensión de quienes la rodean y de quienes la leémos. Porque hay que aceptar que sí existe más madurez de la esperada en una joven de su edad.
CONCLUSIÓN
No es necesario saber si este libro me gustó o no, es una recomendación forzosa. Además de ser un clásico de la literatura, resulta esencial para conocer una pequeña parte de la historia del mundo (“quien no conoce su historia, está condenado a repetirla” dicen varios autores), para empatizar con la familia Frank, que fue sólo una de las víctimas del Holocausto.
Así como el diario de Ana, existen más testimonios de víctimas y sobrevivientes que valen la pena leer: Otto Frank, padre de Ana y único sobreviviente de los 8 refugiados en el Anexo, comparte parte de la historia desde su punto de vista; Hannah Goslar, amiga cercana de Ana, igualmente narra su perspectiva de la guerra; y Helga Hošková-Weissová, sin relación alguna con los Frank, escribe sobre sus vivencias en esta época; por mencionar algunos.
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